Es habitual que con el frío y la humedad aumente la intensidad de las molestias de aquellos que conviven con el dolor. Existe un fenómeno llamado meteorosensibilidad por el cual los dolores se hacen intensos y más frecuentes por la incapacidad del cuerpo para reaccionar ante los cambios atmosféricos. Aproximadamente un 30% de la población mundial se ve afectada por los cambios de temperatura, presión atmosférica o la humedad por esta razón, vamos a dedicarle hoy unas líneas a este tema.
¿Qué es la meteorosensibilidad?
Se conoce por meteorosensibilidad al fenómeno que describe como los cambios atmosféricos afectan a las personas. Puede tener lugar ya sea por desencadenarse o agravarse ante dichas condiciones meteorológicas o los cambios de temperatura. Se han establecido diversas dolencias a determinados cambios meteorológicos entre ellos:
Cambios bruscos de temperatura y presión: migrañas, bajadas de azúcar y problemas respiratorios.
Fuertes cambios de presión atmosférica: Enfermedades cardiovasculares. Hay estudios que indican que con la presión atmosférica baja y la humedad inferior al 60% existe mayor riesgo de padecer un infarto.
Lluvia y humedad: Ansiedad, dolores articulares y asma.
Vientos secos: Dolores de cabeza, fatiga e incluso desorientación. Existe el llamado fenómeno de Foehn causado por los vientos desérticos.
Cambios horarios y horas de sol: Trastornos afectivos estacionales, disminución de serotonina y vitamina D.
Calor extremo: Aumento de la irritabilidad, lipotimias, deshidratación, fatiga y alteración del patrón de sueño.
El frío y otras causas del aumento del dolor
Aunque comúnmente se indique que el frío tiene una relación directa con el aumento o aparición de determinadas dolencias, sobre todo aquellas crónicas, el frío no es el culpable directo de dicho malestar, normalmente, los días de frío van acompañados de una disminución de la presión atmosférica que provoca la expansión del líquido sinovial de nuestras articulaciones pudiendo así causar inflamación o rigidez en aquellas articulaciones que suelen cursar con molestias de forma habitual. Es muy común en pacientes diagnosticados de enfermedades reumáticas como la artrosis, artritis o fibromialgia.
De la misma manera, se ha demostrado que se puede encontrar mejoría en los síntomas de la artritis en zonas cálidas y secas debido a que la presión atmosférica es más alta.
Por otro lado, el frío si tiene relación directa sobre el sistema circulatorio y esto puede reflejarse como una respuesta dolorosa en las articulaciones. El frío tiene un efecto vasoconstrictor, al estrecharse los vasos sanguíneos y disminuir el riego en la musculatura puede resultar un entumecimiento y aumento del dolor sobre todo en los casos crónicos. Además de esto, la musculatura tendrá tendencia a contracturarse perdiendo así elasticidad en tendones y ligamentos llevando a la articulación a someterse a una presión adicional que también puede resultar dolorosa. Una de las patologías más afectadas por esto es el síndrome miofascial que a su vez puede evolucionar en fibromialgia.
Cambios de presión en el organismo
Los cambios de presión atmosférica pueden generar un impacto biofisiológico sobre el cuerpo. Los tejidos corporales disponen de receptores nerviosos que recogen los impulsos que recibe nuestro cuerpo en lo que refiere a dolor, temperatura y también presión. Se encargan de captar el estímulo y transmitirlo al cerebro.
En el cuerpo existen distintos tejidos con diferentes densidades: tendones, músculos, huesos …, éstos, se ven afectados por los cambios de presión de manera diferente. Con los cambios de presión atmosférica, los tejidos se pueden contraer o expandir y es posible que esto estimule de formas diferentes a cada tipo de receptor y haga que se transmitan más impulsos de dolor al cerebro e incluso que los impulsos de presión o de temperatura sean transformados y sentidos como dolor. Hay que tener en cuenta que esto no quiere decir que nuestras articulaciones se deterioren más con un cambio atmosférico, sino que los receptores encargados de transmitir los impulsos de dolor están más sensibles y activos.
Frío y fibromialgia
Un síntoma muy común en pacientes diagnosticados de fibromialgia es la hipersensibilidad a las temperaturas extremas. El calor puede llegar a incrementar la sensación de fatiga o cansancio mientras que el frío suele ir acompañado de un aumento del dolor muscular y articular viéndose agravado este último con la presencia de humedad.
Frío y migraña
Existen estudios que han investigado la presencia de migraña coincidiendo con bajas temperaturas y cambios en el clima. Algunos concluyen que el 50% de los casos con episodios de migraña coinciden con cambios de temperatura y la llegada del invierno y el frío.
Frío y estado de ánimo
Las emociones se ven estrechamente afectadas por la disminución de las horas de sol y la limitación de actividades al aire libre. Esta reacción se documenta en diversos estudios como trastorno afectivo estacional y afecta de diferente forma o intensidad a cada persona, siendo las padecen dolor crónico las más vulnerables a esto. La tendencia a estados depresivos es más común por la propia disminución a la tolerancia del dolor.
De esta manera, el perfil de paciente crónico, entra en un bucle donde el frío les acentúa su dolor, el aumento de dolor los lleva a estar decaídos y el propio decaimiento a sentir aún más dolor.
Andulación y dolor crónico
La terapia de Andulación ofrece unos buenos resultados en el tratamiento del dolor crónico, se trata de una buena opción debido a ser un tratamiento no invasivo, no farmacológico y no doloroso que tiene un efecto estimulante sobre la circulación y el metabolismo. Gracias a esto, el organismo recibe el oxígeno y nutrientes necesarios permitiendo que la musculatura se descontracture y mejore la limitación articular. Además de esto, su efecto sobre el sistema linfático contribuye a eliminar los residuos metabólicos y otras substancias tóxicas o nocivas del organismo.