Hoy celebramos el Día Mundial de la Salud Mental, este año bajo el lema: “Compartimos vulnerabilidad, defendamos nuestra salud mental”. Un recordatorio de que todos, en algún momento, podemos sentirnos frágiles ante circunstancias difíciles, como emergencias, pérdidas o situaciones de gran estrés, y que es fundamental apoyarnos mutuamente para proteger nuestro bienestar psicológico.
Uno de los grandes retos de nuestra sociedad es el impacto del estrés, la ansiedad y la depresión. Estos trastornos, cada vez más frecuentes, pueden afectar a la calidad de vida, al descanso y a la capacidad de relacionarnos con los demás. Reconocer nuestra vulnerabilidad no es signo de debilidad, sino un paso esencial para buscar ayuda y encontrar que nos ayuden a recuperar el equilibrio.
¿Lo sabias?
- 1 de cada 8 personas en el mundo experimenta un trastorno mental a lo largo de su vida.
- La depresión y la ansiedad son los trastornos mentales más comunes.
- El estrés crónico puede tener un impacto significativo en nuestra salud mental.
La salud mental abarca el bienestar emocional, psicológico y social del individuo. Afecta a cómo pensamos, nos sentimos y actuamos al enfrentarnos a nuestro día a día y ayuda a marcar como manejamos el estrés, cómo nos relacionamos y las decisiones que tomamos. Es importante cuidar nuestra salud mental en todas las etapas de la vida desde niños hasta que envejecemos.
Además, la salud mental y la salud física están estrechamente relacionadas. Cuando la mente sufre, el cuerpo también lo hace, al igual que una persona que convive con un trastorno físico a diario también verá afectado su estado emocional. El estrés, la ansiedad y la depresión son tres de los trastornos más comunes en la sociedad actual, y muchas veces se retroalimentan entre sí, generando un círculo difícil de romper si no se busca apoyo.
Estrés
El estrés es una reacción natural del organismo ante situaciones de tensión o amenaza. En pequeñas dosis, puede ser positivo porque nos ayuda a estar alerta y afrontar retos. Sin embargo, cuando se convierte en estrés crónico, deja de ser útil y comienza a desgastar nuestra salud.
Las personas con estrés prolongado suelen experimentar:
Fatiga constante que no mejora con el descanso.
Dolores musculares y contracturas, especialmente en cuello, hombros y espalda.
Problemas de concentración y memoria, que dificultan el trabajo o los estudios.
Alteraciones digestivas, aumento de la presión arterial y otros síntomas físicos.
Vivir bajo un nivel de estrés continuo no solo afecta al bienestar emocional, también incrementa el riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares, metabólicas o del sistema inmunitario.
Ansiedad
La ansiedad es un mecanismo de defensa natural, pero se convierte en un problema cuando aparece de forma persistente y sin causa justificada. La persona siente que está en constante “estado de alarma”, lo que resulta agotador para cuerpo y mente.
Los síntomas más comunes incluyen:
Tensión constante y sensación de no poder relajarse.
Nerviosismo e irritabilidad ante situaciones cotidianas.
Insomnio o dificultades para conciliar el sueño, lo que perpetúa el cansancio.
Síntomas físicos como palpitaciones, sudoración excesiva o sensación de falta de aire.
Cuando la ansiedad se mantiene en el tiempo, puede limitar la vida diaria, afectando a las relaciones sociales, la productividad laboral y la calidad de vida en general.
Depresión
La depresión no es simplemente “estar triste”. Se trata de un trastorno complejo que afecta a la manera en que pensamos, sentimos y actuamos. Puede aparecer tras experiencias dolorosas o sin un motivo aparente, y muchas veces se mantiene de forma prolongada.
Entre sus manifestaciones más frecuentes se encuentran:
Bajo estado de ánimo persistente y pérdida de interés por actividades que antes resultaban placenteras.
Falta de energía y motivación, que dificulta las tareas cotidianas.
Alteraciones del sueño (insomnio o, en algunos casos, dormir en exceso).
Dolores físicos sin causa aparente, como cefaleas o molestias musculares.
Sentimientos de inutilidad o culpa que agravan aún más el malestar emocional.
La depresión no solo repercute en la mente; también deteriora la salud física, aumentando la sensación de dolor y debilitando la capacidad del organismo para recuperarse.
Estas tres condiciones no deben entenderse como problemas aislados. Con frecuencia, el estrés mantenido puede derivar en ansiedad, y la ansiedad prolongada puede desembocar en depresión. Todas comparten un mismo trasfondo: afectan tanto a la mente como al cuerpo, y requieren un abordaje integral que combine apoyo profesional, hábitos de vida saludables y terapias complementarias que ayuden a reducir sus síntomas.

Prevención de la Salud Mental
La OMS describe la prevención en la salud mental como compleja y multidimensional, dirige sus medidas a reducir la prevalencia y recurrencia de los trastornos mentales, reducir la duración de los síntomas, los factores de riesgo y prevenir o retrasar la aparición de recaídas y así reducir el impacto que tienen en aquellos que los padecen y sus más allegados. Aunque no siempre podemos evitar situaciones estresantes, existen muchas cosas que podemos hacer para promover nuestra salud mental. Algunas recomendaciones incluyen:
- Ejercicio regular: La actividad física libera endorfinas, que tienen efectos antidepresivos.
- Dieta saludable: Una alimentación equilibrada proporciona a nuestro cuerpo los nutrientes necesarios para funcionar correctamente.
- Sueño adecuado: El descanso es esencial para la recuperación mental y física.
- Conexión social: Mantener relaciones saludables con amigos y familiares proporciona apoyo emocional.
- Técnicas de relajación: La meditación, el yoga y la respiración profunda pueden ayudar a reducir el estrés.
Andulación como apoyo al bienestar psicológico
La terapia de andulación, aplicada con el dispositivo Andumedic 3, combina vibración mecánica y calor infrarrojo para estimular los procesos naturales del organismo. Este tratamiento puede ser un aliado eficaz en el manejo del estrés, la ansiedad y la depresión, ya que:
Favorece la relajación profunda, ayudando a reducir la tensión muscular acumulada por el estrés.
Estimula la liberación de endorfinas, neurotransmisores relacionados con la sensación de bienestar y alivio del dolor.
Mejora la calidad del sueño, un aspecto clave para la recuperación emocional y física.
Apoya la circulación y oxigenación de tejidos, contribuyendo a una mayor vitalidad y energía.