El estrés surge cuando uno no se siente capaz de hacer frente a ciertas tareas o demandas. Esto significa que no lo causa la tarea a la que nos enfrentamos, sino el modo en que lo afrontamos: es el resultado de la manera en que uno vive y gestiona sus obligaciones. Todo el mundo es susceptible a un determinado tipo de estrés y todo el mundo lo sufre a su manera, lo cual también implica que todo el mundo tiene maneras de afrontarlo.
A pesar de que el estrés sea muy personal y dependiente del individuo, existen varios factores generales que se sabe pueden provocarlo:
Generalmente el cuerpo siempre avisa y nos da señales claras cuando se aproxima a un punto de ruptura. Son muchas las situaciones del día a día las que pueden despertar el estrés en nuestro cuerpo y mente.
El organismo reacciona a través de un número de síntomas físicos, así como psicológicos, al estrés prolongado en el tiempo. Estos síntomas pueden ser agudos y de acción permanente (crónicos). En cualquier caso, estos síntomas no deben pasarse por alto, ya que el estrés a menudo puede conducir a enfermedades graves. Signos clásicos de estrés psicológico incluyen alteración de la concentración, letargo, aumento de la irritabilidad, ansiedad, ataques de pánico, ataques de depresión y agotamiento mental.
A nivel físico se manifiesta con trastornos del sueño, palpitaciones, aumento de la presión arterial, diarrea, estómago alterado, fiebre y tensión muscular. Otros síntomas incluyen el debilitamiento del sistema inmune, disminución de la libido y espasmos de los párpados.
No existe una prueba específica para diagnosticar el estrés. En caso de sentirse estresado o muy ansioso, estaria indicado contactar con su médico, ya que será el encargado de reconocer los síntomas del estrés y le dará asesoramiento para afrontarlo. Su médico también puede referirlo a un especialista si lo necesita.
El paso más importante para escapar del estrés persistente es aprender a tolerarlo. Esto significa lograr una mejor resistencia a los factores causales; en términos médicos, un incremento de la capacidad de adaptación – producir una mayor resistencia a las situaciones estresantes.
Además de las medidas citadas anteriormente pueden también pueden ser de utilidad las medicinas naturales. Son sedantes, relajan y contribuyen a un mejor manejo. Estos efectos han sido probados con los extractos de valeriana, lúpulo, melisa o hierba de San Juan. La Rhodiola (un tipo de planta) y sus extractos son adecuados para la mejora de la resistencia al estrés, y sus efectos en casos del síndrome de burnout se han demostrado en estudios científicos.
A través del ejercicio regular el cuerpo está mejor protegido contra las reacciones perjudiciales relacionadas con el estrés. La mejora de la circulación sanguínea tiene un efecto relajante sobre el sistema nervioso autónomo. Esto fortalece el sistema nervioso, calmando los nervios, facilitando el sueño y ejerciendo un efecto positivo sobre la capacidad de regeneración y concentración.
El ejercicio físico también ayuda a la reducción de las cantidades de adrenalina y otras hormonas del estrés, y reduce sus efectos dañinos.
Asimismo, dedicar tiempo al descanso y dormir las horas necesarias te ayudará a mantener un buen estado de salud. Además, es fundamental para prevenir y controlar el estrés una dieta equilibrada. Se debe seguir una buena alimentación, ingerir 5 piezas de fruta y verdura diarios y realizar entre 4 ó 5 comidas al día, sin saltarse el desayuno, la principal ingesta de la jornada.
Nuestro entorno no se puede cambiar, pero sí nuestra relación con él. Para un mejor manejo del estrés, es recomendable aprender nuevas habilidades para afrontarlo. El cambio necesario para un mejor manejo, en efecto, un cambio de actitud: con respecto a tu entorno, contigo mismo y tus propios valores.
Básicamente se trata de buscar las causas concretas que se encuentran en la base del estrés. No en vano al inicio de los programas de capacitación para el manejo del estrés se cuestiona al paciente con preguntas específicas como: ¿Son realistas las metas que te marcas? ¿Haces que las cosas sean más difíciles de lo necesario? ¿Gastas energía de forma inútil? Estas preguntas sirven en última instancia para ver cuánta energía malgastamos de forma innecesaria, y aprender a gestionarla y economizar nuestros esfuerzos psicológicos en situaciones de estresantes.
Hay un montón de oportunidades para lograr la relajación profunda. Cada uno debe decidir por sí mismo qué método le ayuda mejor. Por ejemplo la terapia respiratoria y el entrenamiento de relajación muscular según Jacobson, que consiste en aprender a tensar y relajar los diferentes grupos musculares del cuerpo, entre otras posibilidades.
Otro ejemplo serían las técnicas de Biofeedback. Es la práctica de control fisiológico y control mediante ejercicios corporales.
Quien busque métodos de relajación más exóticos evidentemente puede probar con el yoga o la meditación.
El uso regular de esta terapia biofísica aumenta la resistencia al estrés y protege frente a sus efectos negativos. La terapia de andulación detiene los efectos dañinos del estrés calmando el alterado sistema nervioso simpático y estimulando el sistema nervioso parasimpático. El resultado se muestra, entre otros, en la disminución de la frecuencia cardiaca y la presión sanguínea, además de en el tono muscular. El uso de la terapia de andulación puede mejorar visiblemente tanto este como otros indicios del estado de estrés.
Para estar mejor armado de cara al estrés lo mejor es estar preparado para tratar sus detonantes; en este punto es donde entra la terapia de andulación, ya que gracias a su ayuda es posible luchar mejor contra este problema.
El uso regular de esta terapia biofísica aumenta la resistencia al estrés y protege frente a sus efectos negativos. La terapia de andulación disminuye efectos perjudiciales para el organismo del estrés calmando el sistema nervioso simpático y estimulando el sistema nervioso parasimpático.
El uso de la terapia de andulación puede mejorar visiblemente tanto este como otros indicios del estado de estrés. Para ello, la terapia cuenta con el efecto de profunda relajación que aporta el calor intenso infrarrojo y sus efectos tan positivos en las tensiones musculares y las algias derivadas del estrés.
Por lo tanto la Andulación actúa de dos formas. Directamente, reduciendo la tensión muscular y la rigidez de las fascias, e indirectamente mediante la relajación del sistema nervioso, lo cual favorece de nuevo la relajación muscular y el alivio del dolor.
La Organización Mundial de la Salud ha declarado el estrés como “la enfermedad del siglo XXI”. Sus efectos bien conocidos por muchos, pero no qué lo provoca. Existe cierta confusión acerca de este fenómeno que tiene a medio mundo en sus garras.
A cada persona se le produce el estrés por una razón distinta. No es lo que nos afecta, sino cómo reaccionamos a ello lo que nos provoca el estrés. En otras palabras, es el resultado de cómo respondemos mentalmente a lo que se requiere de nosotros. Y esto varía de un individuo a otro: lo que es estresante para una persona, por otra puede ser su rutina diaria. El factor decisivo es cómo gestionamos la situación. Mientras nos sintamos capaces de hacer frente a una situación, todo irá bien.
A la hora de superar retos y ser reconocidos por nuestro trabajo, el estrés puede llegar a ser positivo. Sin embargo, cuando existe un desfase entre la exigencia y nuestra capacidad para responder a esta demanda, es cuando surge la ‘angustia’. Cuanto mayor sea la diferencia entre los requisitos y nuestra capacidad, más peligroso se vuelve el estrés.
Cuando alguien es consciente de su propio estrés, el problema no desaparece milagrosamente, pero podemos empezar a solucionarlo. Después de todo, la clave para lidiar con nuestro él está en nuestras propias manos.
Una vez descubierta cuál es su causa, uno puede cambiar su entorno de tal manera que el factor de estrés se elimine de manera eficiente. Cuando este entorno no se pueda cambiar, existen estrategias personales para poder gestionar estos elementos estresantes de modo que no nos afecten tanto.
Cada persona tiene una tolerancia y una forma de lidiar con el estrés distinta, como distinta puede ser la forma en la que éste se manifiesta. Conviene recordar, de nuevo, que el estrés no es por definición algo malo.
Así, si el estrés que sufrimos es bueno o malo dependerá de su causa y del tiempo que dura.
Por ejemplo, cuando el cuerpo entra en una situación estresante, si caemos en un lago de agua congelada, esto puede ser positivo ya que el estrés provoca la liberación de hormonas que en cuestión de segundos nos proporcionan un extra de oxígeno y estimulan la circulación. Cuando superamos esta situación estresante, el cuerpo vuelve a su estado normal, las hormonas del estrés, el ritmo cardíaco, la frecuencia respiratoria y la presión sanguínea disminuye.
Sin embargo, cuando los mecanismos de control del estrés están activados constantemente la situación se complica. Hoy en día nos encontramos con que son mucho más frecuentes las situaciones de estrés constante que las de estrés situacional causado por una emergencia o peligro real.
El estrés pone el cuerpo en situación de alerta mediante la activación de los llamados “ejes del estrés”. Esto pone en marcha una reacción en cadena en la que una cascada de sustancias transmisoras será excretada al organismo. Esta reacción comienza en el hipotálamo, el centro neurálgico más importante dentro del sistema hormonal. El hipotálamo es vital para distribuir la hormona liberadora de corticotropina (CRF) al torrente sanguíneo. Esto causa la liberación pituitaria de la hormona adrenocorticotropa (abreviado ACTH). Se trata de la sustancia que forma el origen del estrés, enviando la señal a las glándulas suprarrenales para iniciar la producción de las hormonas del estrés: adrenalina, noradrenalina y cortisol.
Estas tres sustancias transmisoras aseguran una respuesta rápida y adecuada a la situación que dispare el estrés. No obstante, cuando el hipotálamo está inmerso mucho tiempo en situación de alerta, las hormonas del estrés son segregadas de forma constante, lo que conduce gradualmente nuestro cuerpo a un agotamiento total.
El estrés persistente es un riesgo importante para la salud, ya que afecta al cuerpo en todos los aspectos. Por ejemplo, la tensión prolongada afecta de manera significativa el equilibrio entre los procesos celulares, orgánicos y emocionales. En pocas palabras, el estrés prolongado altera el equilibrio de los ritmos de vida. Por lo tanto, es visto como un desequilibrio que afecta en gran medida la salud física y mental.
Si se supera la llamada capacidad de adaptación (la capacidad de gestionar eficazmente las situaciones estresantes), se producirán ineludiblemente muchos problemas físicos y mentales.